La entrada en la comarca, generalmente por Abejar, “la puerta de Pinares”, sitúa inmediatamente a los visitantes en la densidad de un bosque que se despliega por las lade-ras de cada colina. Una extensión interminable de pinos, hayas, robles, serbales y tejos que forma “la masa fores-tal ordenada de forma continua más grande de Europa”. Esto lo afirma con rotundidad Óscar Carrascosa, Director Conservador del Parque Natural. Caminando por los senderos que recorren ese bos-que se advierte enseguida la presencia del otro gran protagonista de la Tierra de Pinares, el agua. No siem-pre se ve, pero permanentemente acompaña. A veces el susurro bajo tierra, otras veces en forma de arroyuelos y cascadas que bajan a unirse al embalse de la Cuerda del Pozo, donde el Duero, que nace en los altos de la sierra de Urbión, se remansa para empezar su largo recorrido hasta el Atlántico. El camino hacia la Laguna Helada Aunque toda la comarca merece atención, “la laguna negra es lo más conocido –cuenta Carrascosa– porque es la más accesible y la más espectacular por su entorno”. El reflejo en el agua de la vegetación que la rodea, pinos y hayas fundamentalmente, completan un cuadro en el que, bajo la luz del sol, la laguna toma un color verde vivo, alejado de los oscuros cuentos que la acompañan. Si se ha madrugado lo suficiente se podrá disfrutar de la vista en solitario. A lo lejos, el estruendo de una de las cascadas que nutren la laguna pone una banda sonora que adornan las aves que se desperezan entre los árboles. La visita completa no debe terminar en el confortable pasillo entablado que rodea la atracción principal. Óscar Carrascosa recomienda “iniciar la subida hacia la Laguna Helada y, desde ahí, Laguna Larga y el pico de Urbión”. Como todo el paisaje, esas lagunas fueron modeladas hace unos 100.000 años por la retirada de los glaciares. A esa altitud apenas queda rastro de los bosques. Cuatro pinos enanos y retorcidos que han sobrevivido a duras penas a las heladas, las nieves y los vientos que azotan las cumbres por encima de los 2.000 metros. El Director Conservador del parque recomienda el otoño para disfrutar plenamente de la visita “porque aparte de los colores del paisaje aquí es la época de las setas”. El argumento es imbatible. Boletus y níscalos acompañan la típica caldereta de la comarca y, según asegura Carrascosa “unos embutidos espectaculares por las condiciones del clima, que dan un sabor espe-cial en el proceso de curado”. Antonio Machado dedicó unos versos a la laguna. Por desgracia narran el truculento final de un parricidio. Si los poetas hubieran subido en un día soleado sus leyen-das serían mucho más luminosas. Pero cuidado si el cie-lo amanece nublado, en realidad no lo sabemos todo sobre los monstruos. +alto El reflejo en el agua de pinos y hayas, bajo la luz del sol, provocan un tono verde vivo en la laguna. +alto Vista panorámica de la Laguna Negra en el glaciar de los picos de Urbión: © Ania Sáenz de Urturi-Getty La Laguna Negra está bien equipada para hacer la visita accesible a la mayor cantidad de visitantes posibles.