Antes de que Galicia se convirtiese en un monocultivo industrial de eucalipto, esta bello territorio del norte fue un bosque de robles milenarios y pequeñas salpicadu-ras de hayas que llegaron a sus fronteras tras la segun-da glaciación. Hoy perviven pequeñas manchas de bos-ques ancestrales salpicando las provincias del interior, en especial Ourense, si bien una de sus principales restos de bosque atlántico son las masas forestales que circun-dan al río Eume, en la provincia de A Coruña. Las Fragas do Eume (fraga es la hermosa palabra que en gallego quiere decir bosque) comprenden hoy 9.000 hectáreas de extensión entre los municipios de As Pontes, Pontedeume y Monfero, fundamentalmente de roble, el árbol nacional de Galicia, además de bosque propio de ribera, en especial abedules, sauces, fres-nos y alisos. Declarado Parque Natural en 1997, Las Fragas do Eume supone hoy en día el bosque atlántico termófilo de mayor importancia de Europa y, junto con el bosque de Catasós en Lalín, el bosque de castaños más altos del confinente europeo, carente de ninguna figura de protección ambiental, por extraño que parez-ca. Constituye un pequeño ejemplo del verdor boscoso del noroeste de la península antes de la introducción de especies invasoras, los incendios y una deforesta-ción organizada. Silenciosamente, Las Fragas do Eume producen oxígeno, limpian el aire y purifican el agua. Adentrarse en ellos y respirar la geosmina, el aroma de la tierra, es regresar a nuestro estado de bienestar pri-mitivo como especie. En especial hoy, que vivimos tan alejados de los bosques. El bosque como un ente vivo En Las Fragas do Eume el bosque está vivo con todas las consecuencias. Allí permanecen los troncos de los árboles muertos, en estado de putrefacción gracias a la acción de hongos e insectos, mientras los viejos ejem-plares centenarios proporcionan una sombra perenne bajo la que crecen lentamente cientos de jóvenes árbo-les junto a los retoños que brotan del humus en el suelo húmedo plagado de hojas. Así, los arboles del bosque ancestral habitan el espacio como los antiguos grupos de humanos, educándose mutuamente y conectados por las raíces y el micelio de los hongos. Este ecosistema especial, de carácter milenario, es el hogar para helechos de toda índole como el la suculen-ta woodwardia o la vigorosa dryopteris affinis, mientras flagrantes dedaleras (digitalis purpurea) crecen en el estío junto a las anémonas del bosque. A lo largo del río Eume, que cruzan decenas de pontellas de piedra, puentes centenarios de losas de granito, las salaman-dras y el martín pescador, el mirlo acuático y el sapo son los verdaderos habitantes de este gran espacio que comparten con unos pocos miles de humanos y la cul-tura anterior, que ha dejado sus restos en decenas de molinos harineros, viejos caminos carreteros y las rui-nas del monasterio de Caaveiro. Conviene pasear entregándose a lo profundo, conec-tando con el sentido de la belleza y del misterio del universo. Las Fragas do Eume es un lugar privilegiado para darse un baño de bosque que equilibre nuestros sentidos y libere el estrés de humanos digitalizados. En bosques como este es donde percibimos que formamos parte del mundo natural y nuestros ritmos son los de la naturaleza. La tragedia, ‘o que arde’ Al igual que el resto de la comunidad, asolada por la crueldad de los incendios, debido a la acidificación del suelo por la introducción de árboles como el eucalipto (una auténtica especie invasora) y al abandono de los usos agrícolas, este parque natural sufrió en marzo de 2012 una tragedia ambiental. Un incendio declarado en el ayuntamiento de Capela que se extendió por gran parte de la Fraga y ardió sin control varios días, arrasan-do con casi 400 hectáreas de incalculable valor patri-monial. Y sin embargo, ahí permanecen, con su silencio natural, uno de los recursos más amenazados del plane-ta y cargados de iones negativos, listos para refrescar y revitalizar a las criaturas que los visiten. Las Fragas do Eume supone hoy en día el bosque atlántico termófilo de mayor importancia de Europa. +alto Ruinas molino de Caaveiro Ramón Espelt/Getty y Monasterio de San Juan de Caaveiro © Tolo Balaguer/Getty Un pasado aún vivo. Ruinas del viejo molino harinero de Caaveiro. Patrimonio a descubrir. Ruinas del Monasterio de San Juan de Caaveiro.