Texto rosA ALVARES Foto Rubén Vega Lo suyo con la interpretación comenzó en un taller de tea-tro infantil que recuerda como mágico y divertido. Demasiado especial como para pensar que había adultos que se ganaban la vida jugando a ser otros, como ella hacía con sus amigos. “Creía que ser actor era un hobby, no una profesión. ¡De pequeña pen-saba que DiCaprio había muerto en Titanic!”, cuenta entre risas. Quién le iba a decir a Andrea Duro (Fuenlabrada, Madrid, 1991) que aquello sería el origen de una prometedora carrera que la aupó a la fama como la más rebelde alumna de Física y química. Hoy, con una miniserie secuela de aquel éxito, Física y quími-ca: el reencuentro (Atresplayer Premium) y dos películas por estrenar, Extremo y Con quién viajas, Andrea sueña con hacer las maletas y volver a coger un tren en busca de sus destinos favoritos. Este año cumple 30, es hora de hacer balance… ¿Le gusta la actriz en la que se ha convertido? Siempre lo digo, yo querría ser como Nathalie Poza. Y con cono-cimiento de causa, porque he trabajado con ella: por su respe-to por el trabajo, por la pasión con la que lo hace todo, por su implicación… ¡y también por sus resultados! La admiro mucho. Pues lleva un buen camino porque se le acumulan los estre-nos y varios proyectos más. Sí, hay cosas que estaban previstas para mayo, pero que se retrasan. Siento que estamos viviendo en un eterno fluir. Tengo una cosa buena: para el trabajo no soy nada impaciente, sé que las cosas llegan. No busco un objetivo final porque, cuando el premio es una zanahoria, vas como loco a por ella y, cuando la consigues, el vacío es inmenso. Concibo mi carrera como un camino, con que me sigan dando trabajando y estar en dos pro-yectos es más que suficiente. ¿Y cómo lleva ese cambio de década vital? Estoy viviendo un momento muy bueno, porque me estoy conociendo mejor, estoy entendiendo muchas cosas de mí misma, me siento más a gusto en mi piel. Me quiero mucho más que antes. Además, haber vivido muchas cosas me ayuda a la hora de entender a los personajes que tengo que inter-pretar. Voy madurando como persona, y crezco también como actriz. Física y química se convirtió en una serie generacional. ¿Cómo recuerda a la Andrea de entonces? Recuerdo a una niña a la que miro con mucho amor y ternura porque era muy inconsciente, no sabía en la profesión que se estaba metiendo, ni qué tenía que hacer. Muchos de nosotros éramos niños soltando frases; aunque, con el paso del tiempo, nos fuimos formando y fuimos entendiendo lo que significaba ser actor. Tener un éxito tan rotundo tan joven ¿enseña a manejar la fama? ¿Cómo lo consiguió? Mi familia fue súper importante. Siempre busqué relativizar el éxito, porque no era algo que hubiera buscado. Yo quería seguir siendo una chica de Fuenlabrada que trabajaba como actriz en una serie en televisión. A mí no me ha cambiado la fama, sino los años. Yoli, su personaje, era una mujer muy libre. ¡Y se hizo hace 10 años, cuando no existía el empoderamiento femenino de hoy! Era una chica con muchas parejas sentimen-tales y sexuales, y no se avergonzaba por ello, porque así era ella. Yo coincidía con ella en que yo había venido al mundo a ser feliz y a vivir, sin hacerle daño a los demás. Con empatía, cariño y respeto, cada uno puede seguir su vida. Creo que hoy sería muy necesario que muchas chicas jóvenes pudieran verse reflejadas en personajes así. ¿Cómo se ha reencontrado ahora con ella? Bueno, es una Yoli segura, empoderada… La gente pensaba durante la serie que iba para cajera, pero se ha convertido en dueña de una cadena de supermercados de éxito. ¡Como un Juan Roig, en mujer! Con personajes así de fuertes, ¿cómo asume usted la nueva ola de feminismo? Siempre he sabido que era feminista y el feminismo me ha ayu-dado a salir de situaciones que no han sido fáciles en mi vida. Para mí el feminismo es amor, respeto, igualdad. Pero cuando deja de ser empático cuando cierra las puertas, por ejemplo, a las mujeres trans, reconozco que me contraría.