EXTRAÑAS EN UN TREN Por MARISOL GALDÓN EL RELATO Marisol Galdón (Sabadell, Barcelona, 59 años) es una periodista, escritora, comunicadora y presentadora de televisión y radio. Su última novela, publicada este año, se titula Cumbres tenebrosas (Ed. Marli Brosgen). Seguir leyendo No llevo ni cinco minutos sentada en mi plaza del Ave cuan-do una mujer algo más joven ocupa el asiento contiguo. Intercambiamos un saludo cordial y yo sigo repasando wasaps y correos en el móvil. Observo de reojo que mi compañera de viaje saca un libro de relatos, Once, de una de mis autoras pre-dilectas, Patricia Highsmith, y no puedo evitar comentarlo. –Me lo recomendó mi hermana, yo nunca había leído a esta escritora. Me gusta, es original, aunque algo truculenta. –Sí, las truculencias se le dan muy bien a la Highsmith. Es curioso porque yo también escribo y debo admitir que fue ella quien activó mi inspiración cuando me puse con lo que acabó derivando en mi primera novela. –¿Ah, sí? Qué curioso. Oye, y además tu voz y tu cara me suenan –ambas nos reímos–, sí, me suenan mucho, eres periodista, ¿verdad? La conversación está servida. De la literatura y el mundo mediático pasamos a las aventuras escolares de Laura, que así es como se llama, puesto que es maestra de educación prima-ria. Yo le cuento que guardo, en general, un recuerdo maravi-lloso y muy grato de los profesores que tuve a lo largo de mi vida académica, con algunos compartimos redes sociales y con mi seño de 2º de EGB incluso wasapeamos de vez en cuando. –¿De dónde eres? –me pregunta. –De Caldes de Montbui, un pueblo bastante cercano a Barcelona. –¡No me digas! Pero si la familia de mi compañero es de allí y vamos casi todos los findes. –¡Qué bueno! ¿Y cómo se llama? Lo que son las cosas, al decirme el nombre de su familia política les sitúo perfectamente y en un pispás nos traslada-mos a mi pueblo. –Pero hace muchos años que ya no vivo allí –le aclaro–, aunque mantengo una relación excelente con muchos ami-gos. Ahora vivo en el campo alcarreño, en Guadalajara. –¿Qué me dices? Esto es increíble, mis padres son de un pueblo de Guadalajara, ya no viven pero sigo teniendo familia allí, mi tía Teodora, un encanto, hace tantos años que no la veo… Descubrimos que el pueblo de los ancestros de Laura está muy cerca de donde yo vivo y se me ocurre una idea para que este encuentro fugaz tan repleto de coincidencias que el tren nos ha brindado derive en algo hermoso. Le propongo un intercambio de misivas: yo escribo una carta para mi seño Pepi que Laura deberá entregarle y ella escribe otra para su tía Teodora que yo me comprometo a hacerle llegar en per-sona. Así damos una inesperada y agradable sorpresa a dos mujeres mayores que viven solas y compartimos con ellas un rato especial. Dicho y hecho. Ambas nos ponemos manos a la obra y en poco menos de una hora tenemos las cartas escritas. Las intercambiamos y también nuestros teléfonos, porque no recordamos de memoria las direcciones. Al terminar, nos sen-timos muy bien, realmente encantadas de habernos encon-trado y decidimos acercarnos al bar para celebrarlo. Está claro que el entrañable acuerdo al que hemos llegado Laura y yo es radicalmente opuesto al que alcanzaron los dos pro-tagonistas de Extraños en un tren, de Patricia Highsmith. Pero, ¿quién sabe?, todavía tengo varios trayectos de tren por delante.